jueves, 22 de marzo de 2012

TERREMOTO II

Describir el miedo sin hablar de impotencia: el miedo que arrecia de golpe, sin darte tiempo a registrarlo, a ubicarlo en un «cajón» de nuestro cuerpo; el miedo que nos iguala, porque se parece a la muerte.

El edificio crujió. Yo dije: Terremoto. Estaba sola. Tomé el teléfono y las llaves y corrí por las escaleras. Como casi todos.

Los cascotes caían del edificio. A la calle llegaban los vecinos a borbollones, con el celular, inútilmente, en la mano. Todos hablaban con todos, formaban grupos. La calle cubierta de gente. Vecinos que nunca había visto, que no sabía que vivían allí. Los orientales, descalzos.

Encontré a la señora que limpia las escaleras del edificio, sola, temblando. La abracé. Le pregunté: ¿En qué piso estaba? En el once, me contestó.



 

2 comentarios:

Isabel Merino González dijo...

Andrea, he temblado al leer la crónica del miedo ante un terremoto de ese calibre. Sé que ha habido varias réplicas de menos intensidad y que aún tiembla el suelo, aunque ya casi imperceptiblemente. Imagino que el miedo tarda más en marcharse. Si es que lo hace...

Un abrazo

Isa

Andrea Vinci dijo...

El miedo se va, sino no podríamos vivir. Ayer hubo alguna réplica levemente fuerte, pero parece que mi cuerpo se da cuenta que no es para alarmarse, y no se alarma.
Besitos guapa, ayer te echamos de menos