martes, 19 de marzo de 2013

CRÓNICA DE UN VIAJE LENTO


A veces uno no tiene que subirse a un avión, aunque no se trate de una decisión propia.

A veces te desplazan de un día para otro y uno hace extrañas elucubraciones, y regresa a su casa y piensa que al día siguiente se encontrará en las noticias con un avión estrellado y una suerte rara, y con ángeles guardianes a los pies de la cama.
 

Pero nada de eso ocurre, y uno vuelve para subirse al vuelo al que debía haber subido el día anterior, a la misma hora. Pero el vuelo de ese día sale con más de seis horas de retraso, en la mitad de la noche, a las cinco de la madrugada.

Por los pasillos helados alguna azafata, con casquillo rojo, arastra su maleta.

Los negocios van cerrando, escalonadamente, sus persianas.
 

Por los altavoces reclaman a algún chino perdido cuyo nombre no han sabido descifrar.

Somos varios esperando y hablamos el mismo idioma.

Sobre los asientos hay quien recuesta su cuerpo y usa su bolso de almohada.
 

El baño se visita a menudo, sólo por caminar.

Y uno brama por un café caliente, que no sea esa agua sucia del 7 eleven.

Y camina por los pasillos para no dormirse y mira de reojo, una y otra vez, el casillero vacío del vuelo al que aún no han asignado puerta.
 
 
Uso al voucher de la cena por puro aburrimiento.

Algunos en bermudas y chanclas llegaron de la playa, confundidos, y esperan tu mismo vuelo, ateridos, espectantes.

Me siento acompañada por ese libro corto, liviano, manejable, y cuento las horas con los dedos. Llevo ocho dando vueltas.
 
 
Entrecierro los ojos y deseo ese asiento duro e incómodo de la clase turista. Estar por fin allí, sentada, con el cinturón abrochado, durmiendo.
 
 
 

4 comentarios:

Inma dijo...

Cuando me pasan cosas de este tipo (nunca tan de este tipo, debo confesar), una vez sobrepasado el cansancio, el aburrimiento, la rabia...comienzo a sentir que la realidad me está ofreciendo una oportunidad única de mirarla de otra manera: un aeropuerto casi vacío, una cierta familiaridad con gente que no conozco, la posibilidad de filosofar sin urgencia sobre la vida y sus circunstancias...Tus fotos y tus palabras me transmiten belleza, a pesar de todo.

Andrea Vinci dijo...

Eso es bueno, Inma. Creo que se trata de eso: de buscar la belleza hasta en lugares donde uno la cree imposible

Loli Pérez dijo...

Estoy de acuerdo con Inma, una situación que puede resultar irreal, como suspendida en el tiempo, adquiere un extrañamiento y una cercanía gracias a tus palabras y tus fotos, por cierto el libro es el de García Marquez? historia de mis p. tristes? muy bueno.

abrazos, espero la segunda entrega

Anónimo dijo...

Vengo del blog de Soslayo y me ha encantado tu Rincón; por lo cual, si no te importa, me gustaría seguir tu Espacio lleno de belleza.
Abrazos.