miércoles, 12 de febrero de 2014

PROHIBIDO SACAR FOTOS

Entro en la Iglesia de San Juan Chamula. Un hombre del pueblo nos cobra la entrada. Terminantemente prohibido sacar fotos, dice, y señala tras de mí a la policía. Yo sólo veo hombres con trajes típicos, los mayordomos con sus bastones de mando. Llevan puesto un abrigo, negro casi todos, de pelo de oveja peinado, del mismo material que las faldas de sus mujeres. Debo conservarlo en mis pupilas, me digo, y abro la puerta. Siento una conmoción que invade todas mis células. Retengo el aliento, como las ideas. Miles de velas arden por todas partes y una nube de incienso me recuerda que estoy en un templo, aunque no es un templo cualquiera. Se funden los rituales cristianos y paganos, como una ola. No hay bancas. Ninguna. En las paredes, a diestra y siniestra, los santos nos miran tras las vitrinas, cada uno tiene la suya y son todas diferentes. Cada santo sostiene un espejo. Mírate, te dicen, y callan. No llegué a contar cuántos santos eran. Hoy me parece que estaban todos. La gente sentada en el suelo acomoda las velas, una a una, en hileras, una hilera tras la otra. Velas finas. Velas gruesas. Altas, pequeñas. Algunos limpian el piso con una espátula de albañil, quitan la cera. Hay mesas a los costados, e incluso en el medio, todas diferentes, todas cubiertas de veladoras. La gente del pueblo reza en su idioma, de rodillas frente a sus velas, como una letanía que acompaña nuestra intrusión. Por aquí, por allá, sin un orden lógico. Al fondo el pesebre entre luces de colores, frutas, guirnaldas que llegan hasta el techo. Un niño Jesús desproporcionado, mucho más grande que María y que José, sonríe en el medio del belén. Es un belén casero, auténtico, humilde y colorido, que trepa entre telas hasta el techo. Una cruz de luz de neón azul lo ilumina desde lo alto. Todo el techo está atravesado por telas que se unen en el centro, tienen inscripciones que ya no recuerdo. Por la extensión el lugar es más una capilla que una iglesia. Los colores te inundan, te avasallan. Quisiera quedarme allí horas interminables. Quisiera saber rezar y no sentirme una impostora.








domingo, 9 de febrero de 2014

ACEITE DE OLIVA

Busco en todos los supermercados aceite de oliva virgen extra picual, para el desayuno del domingo, para mojar el pan, como buscaba a las medialunas de grasa cuando vivía en España.



Por más que la etiqueta diga «Español» no tiene el mismo color, ni el mismo aroma, ni el mismo gusto.






Eso para los que dicen que todo está globalizado.