lunes, 25 de marzo de 2013

MI BARRIO


El cura se murió. Entré en la iglesia a despedirlo. La iglesia donde crecí entre sermones tercemundistas y santos repintados por mí.

La gente estaba agolpada en los pasillos. Aplaudían las manifestaciones de cariño, la lectura de los mails recibidos, algunos desde lejos.

Giré para mirarlos, para buscar alguna cara conocida entre tanta melena blanca.



El cura me vio crecer, por eso estaba ahí. Por eso y porque los emigrantes arrastramos el miedo a la desaparición fulminante, la sensación de que en cualquier momento sonará el teléfono y nos dirán que alguien murió y nosotros estamos lejos. Es como una culpa perpetua. Una culpa inútil.



En mi época de creyente le vi cambiar el rostro, emblanquecerse al escuchar mis confesiones. Ahora el ataúd estaba cerrado. Yo no me acerqué. ¿De qué podía servir apoyar mis manos sobre ese cofre de madera?



Cuando comenzó la misa huí por el pasillo y caminé por las calles de mi barrio. Cada casa es una cara que me viene a la memoria, una anécdota de la infancia. Todo a tropezones entre baldosas flojas y nuevos vecinos.

Ese continuo de historias y de rostros se parece a la muerte, según cuentan.
 
 
 
 
 

viernes, 22 de marzo de 2013

EL KARMA DEL AEROPUERTO


Yo amaba los viejos aeropuertos, cuando subíamos a la terraza y agitábamos los pañuelos. Cuando el que se iba escuchaba nuestros gritos y nos regalaba el último saludo antes de subir al pájaro gigante.

Ahora, a falta de grandes despedidas, esperamos grandes recibimientos, con unas manos alzadas y agitándose entre la multitud.
Esperamos sonrisas, gritos de alegría.

En todos los viajes que hice, da igual de dónde llegue, espero lo mismo, pero arrastro un karma:
no me ven, no me reconocen, llegan tarde, están en otra parte de aeropuerto, se equivocan de horario, están en la izquierda y yo salgo por la derecha, están en la derecha y yo salgo por la izquierda...

No importa cuantos vayan, siempre me pasa.
La mayoría de las veces soy yo la que los busco.

Esta vez mi madre estaba en el medio, en primera fila, con una pancarta.
La tenía en alto.
Yo frené el carro y miré hacia todas partes hasta que la encontré.

Ella no me había reconocido.
 
 
 
 
 

martes, 19 de marzo de 2013

CRÓNICA DE UN VIAJE LENTO


A veces uno no tiene que subirse a un avión, aunque no se trate de una decisión propia.

A veces te desplazan de un día para otro y uno hace extrañas elucubraciones, y regresa a su casa y piensa que al día siguiente se encontrará en las noticias con un avión estrellado y una suerte rara, y con ángeles guardianes a los pies de la cama.
 

Pero nada de eso ocurre, y uno vuelve para subirse al vuelo al que debía haber subido el día anterior, a la misma hora. Pero el vuelo de ese día sale con más de seis horas de retraso, en la mitad de la noche, a las cinco de la madrugada.

Por los pasillos helados alguna azafata, con casquillo rojo, arastra su maleta.

Los negocios van cerrando, escalonadamente, sus persianas.
 

Por los altavoces reclaman a algún chino perdido cuyo nombre no han sabido descifrar.

Somos varios esperando y hablamos el mismo idioma.

Sobre los asientos hay quien recuesta su cuerpo y usa su bolso de almohada.
 

El baño se visita a menudo, sólo por caminar.

Y uno brama por un café caliente, que no sea esa agua sucia del 7 eleven.

Y camina por los pasillos para no dormirse y mira de reojo, una y otra vez, el casillero vacío del vuelo al que aún no han asignado puerta.
 
 
Uso al voucher de la cena por puro aburrimiento.

Algunos en bermudas y chanclas llegaron de la playa, confundidos, y esperan tu mismo vuelo, ateridos, espectantes.

Me siento acompañada por ese libro corto, liviano, manejable, y cuento las horas con los dedos. Llevo ocho dando vueltas.
 
 
Entrecierro los ojos y deseo ese asiento duro e incómodo de la clase turista. Estar por fin allí, sentada, con el cinturón abrochado, durmiendo.
 
 
 

viernes, 15 de marzo de 2013

MI CALLE

La Malagueta-Málaga


Veo mi calle a trasluz, de acuerdo al sentido del viento.

Los olores mutan con la veleta y la claridad cambia el espacio.

Tiene apenas sesenta y tres pasos y medio,       

y dos edificios la contemplan.

Ninguno de los dos es digno de mi calle, ni de su nombre.

Tiene frente y espalda.

Dependiendo de hacia dónde mires 

los olores te envuelven de peces o pescados,

de fritos y mareas,

de platos y cubiertos que vuelan entre cantos de sirenas.

Y puede que acaricie al viento, en llamarada,

el grito de algún buque,

la risa de algún niño.

Entonces, en su corta armonía,

no son las paredes la que la hacen bella.

Ni siquiera los ilustres que la caminaron.

Sólo ese lugar hacia donde todos se paran,

hacia donde todos miran,

ese lugar al que nadie da la espalda

y que su sola presencia tranquiliza:

mi calle baja al mar,

ese es su remedio.                           

© Andrea Vinci
Dedicado a la que fue mi calle en el barrio de La Malagueta-Málaga:
C/ Pintor Casilari Roldán


miércoles, 13 de marzo de 2013

HABEMUS PAPAM


Argenta
 
 
Era lo que nos faltaba para fanfarronear:
Evita, el Che, Maradona, Messi, Máxima y
Francisco I
 
 

lunes, 11 de marzo de 2013

MI TEPOZTLÁN

Robert Redfield anduvo por Tepoztlán en 1930. 
 
Fue el primero en hacer un estudio antropológico
de un pueblo de campesinos.
 

Luego muchos lo emularon, como Oscar Lewis,
y sacaron sus propias conjeturas.
La mayoría discreparon.
 
 
Yo llegué a Tepoztlán como turista.
 
 
En la época de Redfield no estaban Los Colorines,
 
 
 
ni las multitudes trepaban el Tepozteco,
 
 
 
 
ni se dejaban robar por los coatíes,
 
 
ni hacían cola para tomarse una tepoznieve,
 
 
 
ni había quinceañeras sacándose fotos en alguno de sus recodos.
 
 
 
 
 
 
 
 
Aún están en pie sus nueve iglesias, con su patronazgo y sus fiestas.
 
 
 
 
 
Y muchos de sus habitantes nos remontan a la época de Redfield.
 
 
 
 
 
 
 
 
En la plaza central presencié un meeting por el rechazo a la autopista,
 
 
y me conmovió ese pueblo defendiendo su libertad y su paz.
 
 
Esa paz que sólo se respira durante la semana,
 
 
cuando los tianguis duermen la siesta del tiempo.
 
 

viernes, 8 de marzo de 2013

ENSUEÑO


Era la luz que titilaba

como comparsa de hastiados.

Era la luz debajo de mis párpados,

aleteo incansable de

pájaro aterido.

Era yo en ese espacio entre

el sueño y la vigilia,

donde todo se puede

y la mentira no es mentira.

Tu rostro no es tu rostro.

La belleza es infinita:

como edificio de nubes,

como deconstrucción de

todas las culpas.

 

                                                       ® Andrea Vinci
 
 
Regalo para las mujeres en su día.
 
 
 

martes, 5 de marzo de 2013

SOLOS EN XOCHICALCO


Cuando todos los rincones se atiborran de gente,
 
 
paseantes o turistas,
 
 
uno encuentra escondrijos desérticos,
 
 
incluso aquellos que son
 
 
Patrimonio de la Humanidad.
 
 
 
 
 
Y si algún día pasan por aquí, no se pierdan el observatorio.
 
 
No apto para fóbicos.