Yo por las dudas me fui de viaje y me planté en
la pirámide de Cholula,
la más grande del mundo en volumen.
Me metí en su interior y recorrí sus túneles,
«cholulié» un rato (esto es para los argentinos),
y presencié un ritual de bienvenida a la Nueva
Era.
Un ritual con música,
danza,
rezos, incienso, cantos,
encapuchados con sables,
brujo,
príncipe azteca
y una intensa fumarola del Popo.
Ni Rasputin faltó a la cita.