Caminé por
esa calle que
nunca había
caminado:
angosta,
árabe, desprolija.
Me crucé con
un gato que me miró con miedo.
El Hammam
aún ofrece sus servicios
en esta
Málaga que cambia sin descanso,
que me mira
de reojo,
que me
atrapa,
que me
suelta.