A veces nos
sentimos raros en todas partes.
Añoramos la luz
cuando tenemos la sombra,
añoramos el sol
cuando tenemos la lluvia,
el tacto de una
piel que ya nos fastidiaba.
Nos acostumbramos
a todas las cosas:
a los lugares,
los gobiernos, las faltas, las ausencias,
y parece que todo
nos pertenece.
Hasta que
cambiamos de rumbo.
Hasta que
cambiamos de casa.