Llegué tarde a los festejos del aniversario de su natalicio número 100. Pero no llegué tarde a su altar del Día de Muertos.
Una invasión de Catrinas sube por la escalinata, entre fotos, carteles y un tinto chileno. Al costado de su retrato, la muerte está disfrazada de torero. Desde un balcón una Catrina gigante muestra las piernas. O los huesos.
Y yo, que no creo en el más allá, vuelvo a ser niña por un rato. Porque cuando somos niños, la Muerte suele estar lejos.
3 comentarios:
Andrea, el fondo de tu blog es el mismo que el mío, jajaja, me alegra la coincidencia.
Me encanta tu primera entrada. Sin duda, va a marcar el inicio de un gran blog. Ya me enganchaste, ya te sigo, no podía ser de otro modo.
Besitos
Isa
Hola, ya llegaste. Sólo te falta el facebook. Es que quiero tenerte cerquita.
La muerte, la infancia y Cantinflas (la risa universal). ¡Vaya comienzo!
Un abrazo largo, largo, largo...
Inma
Andrea,
gracias por hacerte seguidora de Poesía de mujeres.
Me gusta mucho tu blog. Es muy lindoooooo
Abrazos desde España
Ana
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