Yo diría que mi país, Argentina, no
tiene una «cicatriz» sino un «cañón» que ha separado a TODA LA CIUDADANÍA, y ha
generado un odio que va y vuelve de una a otra orilla, como Capuletos y
Montescos, incapaces de ver lo bueno que ha hecho la otra parte.
Confían en los políticos
y ponen las manos en el fuego por ellos. ¿Cómo es posible? Hace tiempo que la
honra dejó de ser una virtud y los políticos, en el Siglo XXI, da igual de qué
partido sean, tienen al PODER en su tercer ojo. Es su obsesión. Es su meta.
«Divide et impera», tan
antiguo como el Imperio Romano… y el pueblo caen en esas garras, y cree que los
únicos que insultan son los del lado de enfrente, y que ellos son los dueños de
la razón, y que «los otros» son los tontos (por no repetir la cantidad de
insultos que leo cada día en esta red).
Visto desde afuera
parece una disputa de conventillo, una pelea de gitanos…
Y con ese ir y venir de
insultos, y esa sobrecarga de información manipulada para un lado y para otro, no
observo más que a niños peleándose por orgullo.
Si han sido como niños
para pelearse de esta manera, espero que también sean como niños para dejar
entrar la luz en sus corazones, y desde ese lugar sin banderas, creer en el
otro, en el SER HUMANO, NO desde el fanatismo, sino desde la realidad de un
país que DEBE (y se debe), RESURGIR DE UNA VEZ POR TODAS DE SUS CENIZAS.
© Andrea Vinci
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