Era la luz
que titilaba
como
comparsa de hastiados.
Era la luz
debajo de mis párpados,
aleteo
incansable de
pájaro
aterido.
Era yo en
ese espacio entre
el sueño y
la vigilia,
donde todo
se puede
y la
mentira no es mentira.
Tu rostro no
es tu rostro.
La belleza
es infinita:
como
edificio de nubes,
como
deconstrucción de
todas las
culpas.
®
Andrea Vinci
Regalo para las mujeres en su día.
5 comentarios:
Gracias Andrea, por ese poema tan especial. Me ha encantado.
Felicidades para ti también.
abrazos enormes
Gracias!!!
Era yo...jajaj!
gracias
Qué raro, lo anónimos no aparecen por estos lares.
Tarde, pero llego: GRACIAS!!!
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